13/10/10

La lapidación divide al islam

En el Corán no aparece la lapidación. Catorce siglos después de su revelación a Mahoma, sin embargo, una decena de países (Arabia Saudí, Irán, Afganistán...) aplica esta pena en nombre del islam a solteros que mantienen relaciones sexuales y a adúlteros. Sobre todo a mujeres. La legislación internacional rechaza este ensañamiento.

Sakineh Mohamadi Ashtiani ya no será lapidada por adulterio pero todavía pende sobre ella la condena a morir en la horca por instigar el asesinato de su marido. El régimen iraní ha obrado una pirueta judicial para no aplicar el castigo más repugnante, tal como pedían o exigían gobiernos y organizaciones de defensa de los derechos humanos occidentales. Ante la pena de muerte en general y el ahorcamiento en particular poco podría decir Estados Unidos. La primera se aplica en la inmensa mayoría de ellos y la horca aún pervive en tres.
El debate sobre la suerte de Sakineh se verá avivado por el estreno de la película La verdad de Soraya M., del director franco iraní Cyrus Nowrasteh, basada en un caso real pero con algunos errores de bulto en la realización.
La lapidación es el más brutal de los castigos físicos aplicados –no sólo– en algunos países islámicos. Cortar la mano de quien comete un hurto, el pie de quien roba, asalta caminos o se rebela contra el poder establecido, y fustigar ante distintos delitos o pecados completan el cuadro de penas consideradas hoy en día degradantes para la persona en las convenciones internacionales.
"Si la lapidación no existe en el Corán, ¿de dónde se han sacado tantas precisiones sobre cómo debe ejecutarse?", se pregunta Soheib Bensheij, director del Instituto Superior de Ciencias Islámicas de Marsella.
El código penal iraní, según recuerda la politóloga Nazanín Amirián en su libro Sólo las diosas pasean por el infierno (Flor del Viento), cita los pormenores de la aplicación de la pena: "Al hombre se le entierra en un hoyo hasta la cintura mientras la mujer es enterrada hasta los hombros (...). Las piedras no deben ser tan grandes como para que la persona se muera con pocos golpes ni tan pequeñas que no se las pueda considerar piedras". Si el condenado es capaz de escapar con vida no volverán a intentar matarlo (el hombre juega con ventaja por tener al aire desde la cintura hasta los hombros, y alguna vez ha ocurrido), mientras que si muere por otra causa (un infarto, por ejemplo) se lapidará el cadáver. La pena prevista en el libro sagrado de los musulmanes para el adulterio, por el contrario, es la de recibir 100 latigazos, tanto para hombres como para mujeres. El castigo sería la mitad si la mujer fuera una esclava. De ahí se infiere, según explica Dolors Bramon, doctora en Filología Semítica e Historia, en Ser mujer y musulmana (Bellaterra), que es imposible que la pena prevista sea la lapidación.
En la Arabia del siglo VII, cuando surgió el islam, estos castigos apuntaban una mejora respecto a las condiciones existentes. La lapidación era de tradición judaica, como queda recogido en la Torá y en el Antiguo Testamento, si bien su práctica desapareció hace muchos siglos. En el cristianismo quedó abolida al perdonar Jesús a la mujer adúltera que le llevaron escribas y fariseos para que ordenara lapidarla: "Anda, y desde ahora no peques más".
Desde el siglo XIX, intelectuales musulmanes vienen insistiendo en que hay que quedarse con el espíritu de avance que supusieron ciertas normas en el momento en que fueron dictadas y olvidarse de la literalidad del texto.
Para el juez de Bengala Amir Ali (1849-1928) hasta ahora los musulmanes han ignorado el espíritu del Corán a base de apreciar desmesuradamente la letra. Quienes dominan el árabe reconocen que no hay un texto más bello escrito en esta lengua. De ahí a tomarlo todo al pie de la letra hay un trecho. "Hay contradicciones en el propio texto coránico, pero eso para mí no es ningún fallo divino; me obliga a reflexionar y me hace ser más creyente", afirma Bencheij a este diario en conversación telefónica. Es fácil encontrar un pasaje del Corán que diga una cosa y otro que diga lo contrario.
Según este hombre de religión nacido en Arabia Saudí de familia argelina, se está produciendo una "talmudización del islam". Se está llevando al extremo el detalle de cómo hacer las cosas en lugar de pensar en cuestiones teológicas, como hacen los judíos ultraortodoxos respecto a la comida, la forma de vestir o la de relacionarse con los demás. "En el árabe del Corán el verbo tocar significa mantener relaciones sexuales, como conocer en la Biblia. Por eso hay musulmanes que se niegan a dar la mano a las mujeres. Es una muestra de la ignorancia que se ha transmitido de generación en generación".
Soheib Bencheij y Dolors Bramon se muestran críticos con el filósofo suizo de origen egipcio Tariq Ramadan, quien en 1999 propuso iniciar un debate en el mundo islámico para "exigir una moratoria para todas las penas corporales y capitales en el islam y así poder volver a los textos fundamentales (...) y determinar exactamente las condiciones requeridas". En marzo del 2005 publicó un llamamiento internacional para lograr dicha moratoria.
Ramadan, comenta Bencheij, debería saber que la lapidación aparece sólo en los hadices, que no son completamente fiables, pero no en el Corán.
Para pronunciar una condena por adulterio el Corán advierte de la necesidad de cuatro testigos masculinos que vean "desaparecer el miembro del fornicador dentro del cuerpo de la fornicadora de la misma manera que el cálamo desaparece en el tintero del escriba o la cuerda desaparece en el pozo". Una condición casi imposible de cumplir que hace pensar que es una pena disuasoria, no para aplicarla.

Fuente: La Vanguardia

27/8/10

Afganistán: La muerte por lapidación, una atrocidad contra los derechos humanos

La discriminación contra las mujeres en Afganistán seguirá teniendo graves consecuencias mientras el gobierno no tome medidas concretas para ponerle fin, según ha manifestado Amnistía Internacional tras el homicidio por lapidación de una mujer de 29 años acusada de adulterio.

El homicidio, cometido la semana pasada, parece ser la primera ejecución que se lleva a cabo contra una mujer por cometer adulterio desde la caída del régimen talibán a finales de 2001.

Según testigos presenciales, la mujer de 29 años, llamada únicamente Amina, fue sacada a rastras de la casa de sus padres en el distrito de Urgu, provincia de Badakhan, por su esposo y autoridades locales antes de ser lapidada públicamente. Al parecer, al hombre acusado de cometer adulterio con ella le propinaron cien latigazos y lo dejaron libre.

Según los informes, Amina fue condenada a muerte por los tribunales locales, y ejecutada unas 48 horas después.

Amnistía Internacional ha manifestado: “El caso de Amina demuestra que el gobierno afgano no protege a la población y no garantiza la justicia ni la imparte, especialmente para las mujeres”.

“Las prácticas religiosas y tradicionales no pueden utilizarse como excusa para violar los derechos humanos fundamentales de las mujeres.”

“El gobierno afgano tiene la responsabilidad de proteger a las mujeres frente a la violencia, no sólo la perpetrada por el Estado sino también la perpetrada por grupos e individuos particulares.”

Amnistía Internacional ha recibido con satisfacción la promesa del gobierno afgano de que investigará el homicidio ilegítimo de Amina y llevará a todos los responsables ante la justicia.

La organización pide la abolición de la pena de muerte. El caso de Amina muestra lo injusta e irreparable que es su aplicación.

Información complementaria

Amnistía Internacional se opone a la pena de muerte en todas las circunstancias por considerar que constituye el exponente máximo de pena cruel, inhumana y degradante y que viola el derecho a la vida.

Esto se aplica especialmente en el caso de Afganistán, donde el sistema central de justicia penal no puede proporcionar salvaguardias adecuadas contra las decisiones de los tribunales locales y, por ahora, tampoco puede garantizar unas normas mínimas de justicia procesal y proceso debido.

Amnistía Internacional pide al gobierno afgano que cumpla las obligaciones internacionales que ha contraído en virtud del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, cuyo artículo 7 establece claramente: “Nadie será sometido a torturas ni a penas o tratos crueles, inhumanos o degradantes”. Conforme a lo establecido por el derecho internacional de derechos humanos, los Estados deben ejercer la diligencia debida para garantizar el derecho de las mujeres a la igualdad, la vida, la libertad y la seguridad, así como su derecho a no sufrir discriminación, tortura o trato cruel, inhumano y degradante.

6/8/10

Ocho años de guerra no han liberado a las afganas

El caso de Aisha, desfigurada por su marido, desata una polémica en EEUU sobre el papel de las fuerzas extranjeras en Afganistán. Los aliados y Karzai quieren ahora dialogar con los talibanes

El 29 de enero de 2002, George W. Bush declaró: "La bandera estadounidense ondea en nuestra embajada de Kabul. Y, hoy, las mujeres de Afganistán están libres". Más de ocho años después de las entusiastas palabras del ex presidente de Estados Unidos y de la caída del régimen fundamentalista de los talibanes, he aquí una terrible realidad: Aisha, de 18 años, fue desfigurada porque intentó huir de la familia que la trataba como una esclava. Le cortaron la nariz y las orejas en nombre de una supuesta tradición pastún que permite a los hombres, embrutecidos por 30 años de guerra, cometer cualquier tipo de barbaridades.

La imagen del rostro de Aisha está dando la vuelta al mundo desde su publicación en la portada de la revista Time, en su última edición. La historia de esta joven casada por la fuerza plantea serias preguntas: ¿Qué se ha hecho durante ocho años por las mujeres afganas? ¿Es necesaria la presencia de las fuerzas de la OTAN para luchar contra el fundamentalismo?

"El caso de Aisha muestra un problema que existe en el mundo entero: la violencia de género; las mujeres son víctimas de violaciones de los derechos humanos. Antes de la guerra y de los talibanes, las afganas tenían derechos y se necesita ahora tiempo para recuperarlos", explica en una conversación telefónica Esther Hyneman, de la organización Women for Afghan Women. "Se ha logrado mucho. Hasta los hombres acuden a nuestros centros para resolver problemas", añade.


Ocultas bajo el burka

En el Afganistán de los talibanes (1996-2001), era como si las mujeres no existieran. Ocultas bajo el burka azul, las mujeres no podían ni salir solas a las calles. Las pocas que podían reunir unos afganíes, la moneda local, pagaban a un niño para que les acompañara y así justificar su presencia fuera del hogar ante la policía religiosa. Cuando cayeron los fundamentalistas, las primeras en intentar cambiar las cosas fueron las propias mujeres, y no la Administración Bush. Por ejemplo, Jamila Mujahed, que desde los primeros momentos de libertad se quitó el burka, montó la revista femenina Malalaï, que trata temas sociales desde las bodas forzosas hasta el consumo de drogas y el aborto. Hay hospitales y centros sociales que atienden a las mujeres; las niñas van a la escuela; hay 68 diputadas en la Asamblea Nacional, el 27% de sus miembros.

Sin embargo, más de ocho años después del inicio de la guerra, la realidad poco ha cambiado: el 88% de las mujeres son analfabetas; ocho de cada diez sufren violencia doméstica; el 95% de las niñas que empiezan primaria no termina secundaria. Y en las zonas más aisladas el 80% de la población afgana vive en zonas agrícolas, como en Farah, al suroeste del país, las mujeres siguen viviendo bajo las normas heredadas de los talibanes. Allí, más del 60% de las niñas son casadas antes de cumplir los 16 años y sin su consentimiento.

En política, las 68 diputadas apenas pueden intervenir para hablar de las leyes. Una de ellas, Malalaï Joya, fue expulsada por llamar a los políticos de su país "narcotraficantes" y "criminales de guerra". Otra parlamentaria, Fawzia Kofi, reprochó al presidente Hamid Karzai "no tener las ideas claras" y considera que "no se puede sacrificar" sus derechos, "ni los del hombre ni los de la mujer". Y nadie pudo impedir que Karzai promulgase hace un año una ley que permite a los maridos de la etnia hazara (el 9% de la población afgana) castigar sin alimentos a sus esposas si no quieren satisfacer sus deseos sexuales.

"El Gobierno afgano sólo ha ofrecido débiles garantías a las mujeres de que su prioridad es proteger las libertades que han recuperado desde el derrocamiento de los talibanes. Karzai les ha fallado a las mujeres", denuncia Human Rights Watch en su último informe, del pasado julio.

Por eso, defiende Esther Hyneman, la presencia de los 152.000 militares extranjeros es necesaria: "La situación en Afganistán no sólo es un asunto de seguridad para Estados Unidos. Se trata de defender los derechos humanos. El caso de Aisha no es aislado, hay otros muchos. No estamos a favor de la guerra, pero si se van ahora los soldados, habrá más casos como Aisha".

Una opinión que no comparte la profesora de Ciencias Políticas y activista feminista Christine Delphy. "A Estados Unidos no le interesan para nada los derechos de la mujer, ni en Afganistán, ni en Arabia Saudí, ni en ninguna parte. Es más: Washington ha sacrificado a las afganas por sus propios intereses", dice. Las afganas, añade, son simplemente "una coartada" para sus objetivos militares. Porque a pesar de los 152.943 soldados extranjeros 1.470 españoles desplegados, las amenazas son cada vez más numerosas.

Riesgo de inestabilidad

"La situación actual muestra que no se ha hecho nada para la población afgana. Siempre pasa lo mismo: se gasta para lo militar y luego no queda nada para la educación", se lamenta Hamit Bozarslan, politólogo que se había opuesto en un principio a la presencia militar de la OTAN. Pero ya es tarde para preguntarse si hay que abandonar el país o quedarse para mejorar las cosas. "Una retirada precipitada provocaría una gran inestabilidad", apunta.

Daniel Korski, miembro del Consejo Europeo de Exteriores, también respalda la presencia militar: "Tal como están las cosas, el riesgo de fracaso es real. Afganistán era, con los talibanes, un país destrozado sin esperanzas de progreso. Y podría volver a serlo si la OTAN se retira", escribe en la revista Foreign Policy. Y recomienda incluso dialogar con los talibanes moderados para lograr la paz. Una opción de Karzai que ahora defiende la propia Casa Blanca.

El reconocido analista Ahmed Rashid coincide: "Es urgente definir una estrategia política. Los talibanes ganan más terreno. Hay que priorizar la economía y la seguridad. Y por ello, hay que negociar con ellos. Si no, Afganistán se sumirá cada vez más en el caos". "¡No hay talibanes moderados! Si vuelven, será una tragedia para las mujeres", responde Esther Hyneman, de Women for Afghan Women.

Aisha dejó Kabul el miércoles y se encuentra en EEUU para una operación de cirugía estética. En la capital de Afganistán, algunas mujeres no pierden la fe. Como la estrella de televisión Mozdah Jamalzadah, que en el plató de su programa, y sin velo, denuncia el fundamentalismo. O como la diputada Fawzia Kofi, quien cree que "la sociedad ha cambiado". "Mi país ya no es el Afganistán de los talibanes", dice.


Diario Público

29/4/10

26/4/10

Entrevista a Nawal al Saadawi: "Toda religión oprime a la mujer"


(Fuente: Revista Sin Permiso. 13/07/08)


Esta entrevista fue conducida por Kamala Orozco y Florence Cassam Chenai


Con 76 años, la energía y vitalidad de Nawal Al Saadawi es contagiosa. Así lo ha demostrado en el Congreso Mundo de Mujeres que concluyó ayer en Madrid. Los ojos de esta luchadora egipcia por la libertad y la igualdad transmiten una inagotable curiosidad. Dejó la psiquiatría para dedicarse de lleno a la literatura. Autora de La cara oculta de Eva (1970), Mujeres y sexo (1972) o Mujer en punto cero (1973) fue cesada de su puesto de directora de Sanidad Pública y la revista que editaba, clausurada. Siguió escribiendo y hablando en público de la situación de la mujer árabe y de los derechos humanos. En 1981 fue encarcelada. Desde allí siguió escribiendo como pudo ya que le quitaron papel y lápiz. Tras salir de prisión, en 1983, fundó la Asociación Solidaria de Mujeres Árabes para “quitar el velo de las mentes” de las mujeres árabes.

Pregunta. ¿Cuáles son los problemas de las mujeres en el mundo árabe en la actualidad?


Respuesta. La desigualdad. No habrá igualdad si no hay igualdad entre los países y las clases. El 60% de la población egipcia vive debajo del umbral de la pobreza. La mayoría son mujeres, solteras, madres con hijos, que trabajan para dar de comer a su familia.

Además, las mujeres tienen que enfrentarse también al renacimiento de los fundamentalismos religiosos; ya sean islámicos, cristianos o judíos. En cualquier caso la mujer resulta oprimida. Las mujeres siempre están oprimidas por las religiones. Sufren problemas económicos, políticos, religiosos, problemas para casarse o problemas vinculados al velo.


P. ¿El velo es una imposición?


R. Sí. Hay un paso atrás hacia el velo y la circuncisión fomentado por parte de todos los fundamentalistas religiosos. Muchas mujeres en Egipto han tenido una ablación. No tiene nada que ver con una religión particular. Los fundamentalistas cristianos también imponen la ablación de las niñas.


P. Se dice que suelen ser las mujeres las que preservan como tradición la mutilación genital.


R. Es cierto. Son las mujeres las que practican la ablación. Son las esclavas de los esclavos. El hombre también es un esclavo. Sin embargo, la esposa aparece como la esclava del marido.


P. El sociólogo francés Alain Touraine afirma que la mujer tendrá un papel predominante en la sociedad de los próximos 500 años. ¿Cree que será así?


R. ¡Espero que no sean mujeres como Condoleezza Rice! O Margaret Thatcher, Hillary Clinton, Madeleine Albright, Angela Merkel, Golda Meier... Son mujeres de derechas, que creen en el patriarcalismo. Mujeres opresoras que oprimen a otras mujeres. ¿Qué tipo de mujeres liderarán la sociedad? ¡No es suficiente ser mujer! Hay que defender la justicia.

Espero que la sociedad dentro de 500 años esté dirigida por progresistas en general, hombres y mujeres.


P. Usted se presentó a las elecciones presidenciales en Egipto...


R. Fue un acto simbólico. Utilicé mi programa electoral para conseguir más visibilidad. Cuando la policía me impidió asistir a mi reunión electoral pude decir que dejaba la campaña y denunciar que no existía un verdadero sistema democrático. La política global está relacionada con el feminismo. No hay separación entre la dominación sufrida por las mujeres y la dominación que impera en el mundo. No se puede separar los asuntos de género de los demás temas.


P. ¿Cómo ve el mundo en la actualidad?


R. No hay justicia. El poder que domina el mundo es el militar, el económico, el de los hombres, las religiones. Se está usando a Dios para oprimir a la gente, a las mujeres y a los pobres. Vivimos en la selva y tenemos que luchar en contra de ello.

Nawal al Saadawi es una veterana luchadora y feminista egipcia


Conferencia en Lleida a cargo de Soraya Sough

El siguiente documento son los puntos tratados en la conferencia que Sough dio el pasado 6 de noviembre en Lleida.

Documento